Carlota Corzo es el perfecto ejemplo de persona creativa, tanto por sus aptitudes para el arte como por su incesante deseo de hacer y probar cosas nuevas. Cofundadora de la empresa Lázzaro, que ayuda a las ONG a implantar las nuevas tecnologías para ser más transparentes, esta emprendedora coruñesa forma parte de la lista Forbes de las 30 personas españolas menores de 30 años con más talento. Carlota Corzo invita a afrontar los problemas con optimismo y explica que replantearse lo establecido es una de las máximas que la han guiado a lo largo de su vida.
-¿En qué consiste y que fines persigue el proyecto de Lázzaro?
-Lázzaro es una empresa tecnológica que busca también ser muy social. Lo que pretende es ayudar a las ONG a generar ingresos digitales, para que no se queden atrás, y, a la vez, a ofrecer transparencia para que los donantes puedan saber a dónde va su dinero. Hacemos posible que una ONG cree una página web con rapidez y con todas las herramientas que existen para donar. Es tecnología con corazón, porque no nos limitamos a hacer una herramienta sino que, dentro del mismo precio que cuesta hacer la web, brindamos acompañamiento. Nos sentamos con cada una de las ONG para ver en qué punto están y qué tienen que hacer para llegar a donde quieren llegar.
-¿Tienen muchos problemas las ONG a la hora de conseguir donaciones debido a la desconfianza?
-La falta de confianza es uno de los principales motivos que llevan a muchos españoles a no donar.
-¿Hay motivos para esa desconfianza?
-Yo diría que no se debe culpar a una determinada ONG que incumple, sino a las personas que hay detrás de ella. Las ONG, al final, hacen una labor que permite llegar a donde no llegan los gobiernos. Las empresas sociales tampoco pueden suplir a las ONG, porque hay determinadas cuestiones que no se pueden convertir en un modelo de negocio, como pueden ser los niños. Por otra parte, esto me recuerda a la frase que dice que te pica más la abeja que te pica que las cien que no te pican, porque a veces se conocen más las cosas malas que las buenas. Por las entidades que trabajan con Lázzaro yo pongo la mano en el fuego, pero no por la tecnología, sino porque sé lo que hacen, sé que lo hacen bien y veo los problemas que tienen para justificar todo lo bien que lo hacen.
«Hay el pensamiento de que hacer muchas cosas a la vez es sinónimo de ser aprendiz de mucho y maestro de nada y yo he descubierto que es al revés»
-Hablaste de tecnología con corazón. ¿Falta corazón en la innovación tecnológica?
-Claro. Las decisiones que se toman para avanzar, por desgracia, vienen marcadas en la mayoría de las ocasiones por lo que demanda el mercado y no por lo que es beneficioso para las personas o para el planeta. Creo que sería muy importante plantearse las grandes preguntas humanísticas, el para qué hacer las cosas, antes de hacer esos grandes desarrollos.
-Además, la creatividad está ahí siempre.
-Efectivamente. La creatividad es transversal. Cualquier cosa que implique crear, como puede ser crear una línea de código, algo arquitectónico o un modelo de negocio, tiene que tenerla muy presente.
-¿Cómo acaba una persona como tú, licenciada en Bellas Artes, trabajando en un entorno tan digital?
-Hay el pensamiento de que tenemos que estudiar una carrera y encontrar un trabajo relacionado con esa carrera y especializarse, así como que hacer muchas cosas a la vez es sinónimo de ser aprendiz de mucho y maestro de nada. Yo he descubierto que es al revés, porque a mí siempre me gustó hacer muchas cosas y algunas de esas cosas me ayudan a innovar en otras. Eso es maravilloso. Siempre he tomado las decisiones en mi vida por ilusión y no por miedo. Evidentemente, hay que tener sentidiño, porque no es lo mismo lanzarte a emprender a mi edad y sin responsabilidades que hacerlo cuando tienes una hipoteca que pagar y tres hijos. A mí es que siempre me ha movido el crear y el aprender de todo. El arte siempre me ha gustado, pero, ya cuando hacía la carrera de Bellas Artes, hacía voluntariado, debatía con gente de las otras carreras, hacía deporte…
Con todo eso me di cuenta de que lo que me gustaba era la creatividad y de que lo que quería hacer con mi vida era mejorar el mundo. Encontré un máster europeo sobre innovación y me dieron una beca, que fue algo maravilloso porque no me lo podía pagar, y fue entonces cuando monté mis dos primeras ONG. Después me fui de prácticas al Parlamento Europeo, porque creía que, a través de instituciones como esa y aplicando la innovación, se podían hacer cosas grandes. También estuve en Italia trabajando en un proyecto europeo sobre género y tecnología y eso que yo, en aquel momento, era la persona menos tecnología que podías encontrarte, porque veía lo tecnológico como una distracción de lo real, que era lo que a mí me gustaba. En todo caso, fue ahí donde aprendí el impacto que puede tener la tecnología en temas sociales y decidí aprender sobre ello. Así que, al tiempo que montaba mi tercera ONG y seguía trabajando en proyectos de arte por el mundo y exponiendo, me llamaron de una empresa tecnológica para ver si ellos y yo podíamos hacer cosas juntos. Sonó de maravilla, porque además yo siempre había hecho las cosas sin dinero e iban a pagarme. Empecé como consultora de Impacto Social y acabé siendo manager de proyectos. Después de esos y otros proyectos, empecé con Lázzaro y, a día de hoy, dejé la otra empresa y sigo con Lázzaro y con otras cosas que, si enumero una por una, no acabamos.
-Con tanta aventura personal y profesional, ¿nunca te planteaste ejercer la política?
-Me lo han ofrecido, pero yo siempre me replanteo todo mucho y, cuando creo en algo, creo mucho. Pienso que no sería capaz de decirle a alguien que crea en algo en lo que yo no creo. Si viera que hay algo con lo que se pueden hacer cosas buenas con las que se pueda ayudar, pues a lo mejor algo haría pero, por ahora, hay una parte dentro de mí que hace que la política me genere un poco de rechazo. Yo nunca miento y si en algún momento veo algo que no está bien tendría que decirlo. No sé si eso le interesaría a un partido político y yo tengo que dormir tranquila conmigo misma.
«Las decisiones que se toman para avanzar, por desgracia, en la mayoría de los casos están motivadas por lo que demanda el mercado y no por lo que es beneficioso para las personas o para el planeta»
-¿Intenta la política extender sus tentáculos a las ONG?
-Hay organizaciones que, evidentemente, no habrán hecho las cosas bien, pero todos los procesos que tienen que superar las ONG de revisión de cuentas no son ninguna tontería. Más que verlo yo, sí que me han contado que hay gente que intentó aprovechar una ONG para satisfacer sus ambiciones políticas. Lo que pasa es que esa gente en seguida se descubre.
-Ahora que parece que vienen tiempos de crisis, ¿crees que las ONG pueden llegar a verse desbordadas?
-Está claro que en las crisis es cuando las ONG tienen más trabajo, pero también es cierto que en esas épocas suele incrementarse también el flujo de donaciones.
-¿Algún mensaje de optimismo para estos tiempos difíciles?
-Yo soy una optimista agobiada. No tiene sentido no ser optimista. Si somos pesimistas, significa que no hacemos nada y, por tanto y hablando mal y pronto, todo se va a la mierda antes. Como a mí no me interesa que todo se vaya a la mierda antes, porque tengo una vida maravillosa y una familia maravillosa que quiero que viva mucho y muy bien; tengo que hacer lo posible para que, en caso de que las cosas vayan a ir mal, sea lo más tarde posible y con un desenlace lo mejor posible. Ser optimista es lo más eficiente de cara a tener un futuro viable, pero hay que ser optimista agobiado, es decir, ser optimista pero sabiendo todas las cosas que pasan o pueden pasar y creyendo, eso sí, que pueden arreglarse.
-Otra de tus pasiones es el deporte e incluso has participado en un concurso de bikini fitness. ¿Qué tal esa experiencia?
-Participé con mi hermana. Mi hermana y yo somos personas muy distintas, pero nos queremos una barbaridad y nuestra relación ha ido mejorando muchísimo a lo largo de los años. Yo el deporte lo he practicado toda mi vida y allá donde he ido he hecho deporte, aunque nunca de manera profesional. Me gusta aprender a controlar el cuerpo, a hacer alguna acrobacia… Es algo que me divierte. Cada sitio nuevo al que iba, me apuntaba a un deporte distinto. Cuando me fui a vivir con mi hermana a Madrid, yo venía de Italia, donde hacía gimnasia, iba al gimnasio y los domingos me iba a correr. Fue mi hermana quien me pidió que fuéramos juntas a fitness y a mí me pareció estupendo. Luego me propuso buscar una entrenadora y también le dije que sí, porque todo lo que fuera fomentar algo sano que hiciéramos juntas me parecía fantástico. Así empezó todo y, cuando nos enteramos de que había este tipo de concursos, pensamos que podríamos competir juntas algún día. Y ese día llegó. La experiencia fue muy buena, pero es algo que tiene que gustarte.
«No entré en política porque pienso que no sería capaz de decirle a alguien que crea en algo en lo que yo no creo. Yo nunca miento y no sé si eso le interesaría a un partido político»
-¿Y a tu familia qué le pareció eso de que posaras en bikini?
-Tengo que decir que mi familia es muy moderna, aunque sí es cierto que mi abuela tuvo un momento en el que se preocupó por el qué dirán, aunque al final me apoyó y me dijo que estaba muy contenta de ver lo guapa que estaba y lo contentas que estábamos mi hermana y yo. A mí todo lo que sea replantear lo establecido me gusta. Es muy sano para el cerebro replantearse las creencias.
Test rápido a Carlota Corzo
-Una comida.
-Torta de avena.
-Un libro.
–El caballero de la armadura oxidada.
-Una película.
–El club de los poetas muertos.
-Un grupo de música o músico.
-Joaquín Sabina.
-Una canción.
–Ain’t no mountain high enough.
-Una afición curiosa que tengas.
-Hacer crucigramas con mi abuelo.
-Una fobia.
-Los caracoles.
-Un cuadro u obra pictórica.
-Como artista, me gusta mucho Gustav Klimt. y hay muchas obras suyas, como Judith, que me encantan. Dicho esto, ha habido varios momentos en los que, estando en museos, me he sentido abrumada por un cuadro y uno de esos cuadros es un tríptico de nenúfares de Monet.