Gestos obscenos, insultos a los rivales, lenguaje malsonante y destrozos en el vestuario hicieron que la celebración de los jugadores de Argentina tras proclamarse campeones del Mundial de Qatar empañara su buena actuación sobre el césped en la que muchos califican ya como la mejor final de la historia de esta competición de fútbol.
Los futbolistas de la albiceleste, con Messi a la cabeza, mostraron sobre el terreno de juego todas las artes que deben desplegarse para ganar un partido: buen trato del balón, trabajo en equipo, capacidad para sobreponerse a los golpes y serenidad en momentos de máxima tensión como los que se dan en una tanda de penaltis. Lástima que, una vez finalizado el choque, se comportaran más como integrantes de una banda de los bajos fondos que como profesionales del deporte.
Uno de los actos más desafortunados de la celebración de Argentina lo protagonizó Emilinano El Dibu Martínez, que dejó una de las imágenes más surrealistas de todo el Mundial al llevarse a los genitales el trofeo que acababa de recibir como mejor guardameta del torneo. La fotografía de ese momento corrió como la pólvora en las redes sociales, generando división entre quienes encontraron gracioso que el portero hiciera ese gesto obsceno en un momento tan solemne y en un país como Qatar y quienes criticaron que un profesional tuviera un comportamiento tan infantil como barriobajero.
La noche aún deparaba más sorpresas y es que, en el Mundial más distópico y extraño de la historia, ni siquiera la foto del capitán levantando el trofeo rodeado por sus compañeros de equipo podía ser normal. Messi, líder de la albiceleste y mejor jugador del campeonato, levantó el codiciado objeto ataviado con una extraña capa de color negro, al estilo del mismísimo villano de Star Wars Darth Vader. La prenda, que muchos llamaron sábana o cortina con tono jocoso, se la entregó al crack argentino el emir de Qatar, un personaje denostado por todos aquellos que defienden los Derechos Humanos, la libertad de la mujer y el respeto al colectivo LGTBI. La fotografía de Messi con semejante personaje y con Gianni Infantino, presidente de la FIFA, no es, desde luego, la que más conviene a la imagen pública del futbolista.
Insultos a los jugadores franceses
El mal gusto en la celebración no cesó en el vestuario, donde entre cánticos tradicionales de mayor o menor gusto se colaron otros que, directamente, menospreciaban e insultaban a los derrotados jugadores de Francia y, sobre todo, a la gran estrella gala Kylian Mbappé que, por cierto, es compañero de Messi en el PSG.
«Un minuto de silencio… para Mbappé que está muerto», coreaba el portero Dibu Martínez, al que el francés le había metido tres goles más uno en la tanda de penaltis, mientras él y sus compañeros saltaban y gritaban arrasando con toda prenda de ropa y elemento del mobiliario que se cruzaba en su camino.
Peor aún fue lo que ocurrió con Camavinga y con el ataque hacia él que protagonizó el Kun Agüero, futbolista ya retirado que fue invitado por sus compañeros de selección a entrar en el vestuario y a participar en su peculiar aquelarre. «Camavinga cara de pinga», dijo Agüero faltándole al respeto a un futbolista que hizo un gran partido y al que él ni siquiera se enfrentó.
Para hacer justicia, hay que decir que Lionel Scaloni, el seleccionador de Argentina, no formó parte de ninguna de estas manifestaciones perpetradas durante la celebración, haciendo honor así al nombre del equipo de sus amores: el Deportivo de La Coruña.
Lionel Scaloni es un caballero, ya realizó su trabajo, ganó todo lo que compitió, ahora debería retirarse y ver que hace su sucesor, la máquina está bien engrasada para seguir funcionando