José María Calderón es, a sus 30 años, el presidente territorial más joven de la Asociación Española de Directores de Hotel (AEDH) y el director del Hotel GilMar de la localidad extremeña de Orellana La Vieja. Este profesional enamorado del sector alojativo y del turismo es un firme defensor de la aplicación de las nuevas tecnologías para reducir costes y optimizar todos los procesos del hotel. En un destino que destaca por contar con un embalse de referencia para los amantes de la pesca y por estar próximo a localidades de gran interés patrimonial e histórico, Calderón fija el objetivo en brindar a sus huéspedes una experiencia que vaya más allá del alojamiento y la comida y que les permita disfrutar al máximo de lo mucho que su tierra tiene para ofrecer.
-¿Cuál ha sido su trayectoria profesional hasta el día de hoy?
-Mi familia trabajaba en la hostelería de toda la vida y yo, después de haber trabajado en el sector y ver que me faltaban muchos conocimientos, decidí estudiar. Primero estudié Cocina, que es algo muy importante para dirigir un hotel porque es una de las principales fuentes de ingresos, y después estudié Turismo. Entre medias de esos estudios también trabajé llevando un camping de 80 parcelas y 8 bungallows, con lo que adquirí experiencia en el sector del alojamiento. Hice las prácticas de Turismo en hoteles y estuve también trabajando en un hotel de cuatro estrellas. Después de eso, fui cambiando de sitio hasta que llegué aquí al Hotel GilMar, en Orellana La Vieja.
-¿Qué tal la experiencia como director del Hotel GilMar?
-Llevo en el Hotel GilMar dos años y la verdad es que la experiencia está siendo increíble, porque es un establecimiento que arrancó desde cero. Cuando yo entré a trabajar las infraestructuras estaban ya hechas, pero los propietarios se enfrentaban a una situación compleja porque no venían del mundo de la hostelería y el turismo. Consideraron que yo era la persona adecuada para dirigir el hotel por mi formación y porque querían darle un enfoque joven y diferente. Nosotros, por ejemplo, no tenemos recepción física 24 horas y eso es, en parte, porque los números tienen que cuadrar y tenemos que tener una plantilla lo más ajustada posible. Tenemos una recepción a través de Whatsapp y un sistema domotizado con códigos que sirven, por ejemplo, para abrir las puertas.
-Además de esa apuesta por las nuevas tecnologías, ¿qué caracteriza al Hotel GilMar?
-Lo primero que hay que señalar es que se ubica en Orellana La Vieja, que es una localidad que tiene un embalse que es una maravilla para los amantes de la pesca y que también recibimos muchos turistas de negocios. Antes no había aquí una propuesta como la nuestra. Puede que hubiera gente que pensara que este hotel era una locura en una localidad de 2.500 habitantes, pero hay que tener en cuenta que podemos abarcar desde esos turistas que vienen al embalse a pescar o a cazar por la zona hasta los que vienen a trabajar o a pasar el fin de semana. Para los clientes que vienen de escapada a relajarse, tenemos dos suites con jacuzzi y con un sillón tántrico dentro de la habitación. El hotel tiene 17 habitaciones en total. No es muy grande y, en parte por eso, tenemos que optimizar el personal lo máximo posible.
«A veces, la aplicación de las nuevas tecnologías llega de una necesidad motivada por la escasez de personal»
-¿Existe el riesgo de que las nuevas tecnologías provoquen que se pierdan las relaciones humanas?
-A veces, la aplicación de las nuevas tecnologías llega de una necesidad motivada por la escasez de personal. Nosotros, en el Hotel GilMar, tomamos la decisión de domotizarlo todo: desde el aire acondicionado hasta el servicio de toallas. Hacerlo de otra forma no nos resultaría rentable. Es cierto que hay clientes que quizás prefieren un trato más personal pero nosotros, después de dos años, no notamos que eso sea algo tan importante porque, al final, brindamos un trato personal aunque no estemos presentes. Aunque no sea de forma presencial, nosotros estamos presentes antes de que llegue el cliente, cuando entra en el hotel y cuando accede a la habitación. Los huéspedes tienen medios para comunicarse con nosotros sin problemas cada vez que necesiten algo. En la hostelería sí que es más importante ese trato personal y, por eso, nosotros formamos a los camareros del restaurante y la cafetería del hotel para que hablen con el cliente, le ofrezcan los productos típicos…
-¿Es cada vez más difícil encontrar profesionales cualificados para sectores como el alojativo y la hostelería?
-En nuestra zona es muy difícil encontrar personal, ya no hablamos de personal cualificado, sino simplemente personal. Nosotros estamos plenamente dispuestos a formar a cualquier persona que quiera trabajar en el hotel y a ayudarla a que se adapte a nuestros servicios. Cuando se encuentra un profesional cualificado hay que cuidarlo mucho y ofrecerle unas buenas condiciones, no sólo en el salario, sino también en cuestiones como la conciliación familiar. De esa forma, conseguimos que el trabajador esté contento y se quede trabajando aquí. Ten en cuenta que estamos en un pueblo de 2.500 habitantes. Si en Madrid o en Barcelona es difícil encontrar personal, imagínate en un pueblo tan pequeño. También es cierto que, en proporción, aquí la gente gana mucho más que en una gran ciudad porque, por ejemplo, los alquileres son muy baratos. Además, aquí la calidad de vida es muy buena y eso es algo que también queremos fomentar desde el hotel. Yo mismo voy a trabajar todos los días en patinete y tardo dos minutos. Ahora mismo, están en el hotel 16 personas fijas trabajando, aunque solemos tener 21.
-¿Cree que está de moda el turismo en pequeñas localidades como Orellana La Vieja?
-Es cierto que después de la pandemia hubo mucha demanda de turismo de interior, algo a lo que contribuían las continuas restricciones. Creo que, después de aquel período, la situación se ha estabilizado y hemos vuelto a lo que teníamos antes de la pandemia. Nosotros, al final, nos tenemos que adaptar y, para captar clientes, tenemos que lanzar muchas veces ofertas, ajustar los precios y ofrecer una experiencia que vaya más allá del alojamiento y la comida. Me refiero a que intentamos que la gente no venga al hotel sólo a alojarse, sino que también pueda disfrutar de actividades como la pesca, el piragüismo, el senderismo o el paintball. No vendemos sólo la habitación, vendemos la experiencia completa. Esa es la forma de llamar la atención de los potenciales clientes.
-Mencionó usted la pesca y la caza. ¿Qué importancia tienen actividades como esas para atraer visitantes a una comunidad autónoma como Extremadura?
-La caza es un recurso muy importante en Extremadura y en la zona concreta donde está el Hotel GilMar lo es, sobre todo, la pesca. Aquí se organizan competiciones y nosotros, cuando las hay, estamos siempre completos desde una semana antes. La gente es muy competitiva y quiere venir a entrenar con antelación a las pruebas. El embalse de Orellana es muy importante para la pesca, no sólo en el ámbito de España sino también a nivel internacional. De hecho, alberga dos competiciones internacionales al año.
«Intentamos que la gente no venga al hotel sólo a alojarse, sino que también pueda disfrutar de actividades como la pesca, el piragüismo, el senderismo o el paintball»
-Los visitantes que llegan para cazar o pescar, además, encajan dentro de lo que se conoce como turistas de calidad, que son aquellos que realizan un gasto importante y que disfrutan del destino de forma respetuosa.
-Efectivamente. Además, el turista al que le gusta pescar no sólo viene a eso, sino que aprovecha para conocer la región y para disfrutar de la gastronomía, de la cultura y de otras actividades al aire libre.
-Seguro que muchos de los huéspedes del Hotel GilMar aprovechan para visitar localidades tan importantes como Cáceres, Trujillo, Guadalupe y Mérida.
-Pues sí y nosotros estamos en el centro de todas ellas, así que es fácil llegar a esas localidades desde Orellana. A un cliente que venga cinco o seis noches, lo podemos mandar cada día a un sitio diferente.
-¿Cuáles diría que son los grandes atractivos turísticos de Extremadura?
-Diría que los dos mayores atractivos de Extremadura son las personas y el entorno. Siempre pongo por delante de todo a las personas, porque si alguien llega a un sitio y no es bien recibido, por mucho que haya otras cosas, no queda contento. Creo que los extremeños somos gente abierta, hablamos mucho y nos implicamos para conseguir que quien llega se sienta a gusto. Estoy seguro de que mucha gente elige destinos como Orellana y hoteles como el nuestro por ese motivo. Por supuesto, tenemos maravillas patrimoniales como el teatro romano de Mérida, una gastronomía maravillosa, parajes naturales de gran belleza, una calidad de vida inmejorable… Si algún día me voy de Extremadura, la voy a echar muchísimo de menos. Lo único que nos falta es el tren.
«Los extremeños somos gente abierta, hablamos mucho y nos implicamos para conseguir que quien llega se sienta a gusto»
-El del transporte es uno de los principales problemas de Extremadura.
-La verdad es que en coche se llega muy bien a todas partes, pero necesitamos el tren. Llevamos esperando por él desde hace años y lo queremos ya. Nos hace mucha falta. Tenemos muchos clientes que llegan al aeropuerto de Sevilla o al de Madrid y que sólo tienen la opción de venir en coche porque el tren es una auténtica ruina.
-¿Hay en Extremadura muchos problemas con los pisos turísticos?
-Hay problemas, sobre todo, en Mérida y Cáceres. Tengo compañeros que me han dicho que hace falta darle una vuelta a ese tema y hablar con Turismo para que busque soluciones. Hay que intentar que los apartamentos turísticos sean legales, que se hagan las cosas bien. Es algo que afecta al sector y no sólo perjudica a los hoteles, sino también a los apartamentos turísticos que sean legales. Si se adaptan a la normativa, son alojamientos totalmente lícitos. Con todo, aunque es algo que existe, no tenemos los problemas que pueden tener en Barcelona, Madrid o Sevilla.
-¿Cuál es su balance turístico para Extremadura y para el Hotel GilMar en este año 2023 que está a punto de finalizar?
-Tengo que decir que 2023 ha sido un buen año, que era lo que esperábamos. Para 2024, esperamos que se reactiven los grupos de turistas que llegan de países asiáticos. En Extremadura también tenemos muchos turistas de México, que nos interesan mucho porque dejan bastante dinero. La tarea pendiente para el próximo año es recuperar a esos turistas que venían antes de la pandemia y que todavía no han vuelto del todo. Aunque no tenemos aeropuerto internacional, estamos en un punto intermedio entre los de Lisboa, Sevilla y Madrid.
«Llevamos esperando por el tren desde hace años y lo necesitamos ya»
-¿Es el turismo en Extremadura muy estacional?
-Puede que un mes como noviembre sea un poco peor, quizás el peor de todo el año, pero es la única época que podríamos calificar como un poco mala. Por suerte, hay muchas actividades y lo de la temporada baja y la temporada alta existe cada vez menos. Un día hay un congreso y, a lo mejor, a la semana siguiente hay unas jornadas gastronómicas. La verdad es que es algo en lo que se lleva trabajando muchos años y ahora estamos recogiendo los frutos. Digamos que en Extremadura no tenemos una demanda altísima durante todo el año, pero sí tenemos una demanda más o menos constante, salvo en algunos picos puntuales.
-¿Cómo llegó usted a formar de la Asociación Española de Directores de Hotel?
-Pues yo la AEDH la conocí a través de un hotel en el que hice unas prácticas y desde el que le pasábamos datos al presidente de la asociación, Manuel Vegas. Recuerdo que era algo que me llamaba mucho la atención y que me preguntaba quién era ese hombre al que le facilitábamos la información. Una de las veces que Manuel Vegas vino al hotel, aunque no me tocaba trabajar, fui expresamente a conocerlo. Estaba tomando algo en la cafetería y yo, que tenía entonces 22 años, me presenté como un joven con muchas ganas de trabajar y de aprender. Tuvimos una larga conversación que me gustó mucho y que, sobre todo, me motivó. Manuel Vegas es la AEDH en estado puro.
«La AEDH es como una gran casa con muchas puertas y están todas abiertas»
-¿Y cómo llegó a ser el presidente de la AEDH en Extremadura?
Yo entré en la asociación, como todo el mundo, como asociado normal. Un tiempo después, le envié a la propiedad del hotel donde estaba trabajando y a Manuel Vegas un documento con una serie de propuestas para mejorar. A Manuel Vegas le llamó la atención para bien lo que proponía y me hizo delegado juvenil de la AEDH en Extremadura. Fue hace un año cuando me llamó para ser el presidente de la AEDH en Extremadura.
-¿Qué aporta la AEDH a los profesionales como usted?
-La AEDH es como una gran casa con muchas puertas y están todas abiertas. Cualquier cosa que se necesite dentro del sector puede encontrarse a través de la AEDH. Es una red de contactos que lleva más de 50 años.