Las enfermedades relacionadas con la salud mental son un grave problema en la actualidad y, desde las autoridades sanitarias y desde los medios de comunicación, ya se ha dado la voz de alarma de que, en tiempos de la Covid-19, existe otra pandemia, a veces silenciada, que es igualmente peligrosa. La psicóloga Ana Núñez, de Dos Puntos Psicología y Coaching, explica a El Sereno Indiscreto qué debemos hacer si detectamos que una persona tiene problemas emocionales y comenta que la propia evolución de la sociedad ha hecho que se comience a hablar de sentimientos negativos que, durante mucho tiempo, quedaban ocultos mientras quienes los padecían sufrían en silencio.
-¿A qué se debe el aparente aumento de la incidencia de las enfermedades mentales entre la población?
-Creo que hay una combinación entre un aumento real de los casos y una mayor visibilización. Es un tema que siempre ha estado ahí. Siempre ha habido, por ejemplo, altas tasas de suicidio, sobre todo entre los adolescentes y la tercera edad, lo que pasa es que ahora, con la pandemia, se ha hecho muy impactante la comparación entre la cifra de personas de hasta 50 años muertas por la Covid-19 y las muertas por suicidio. También es un problema en la tercera edad, pero en ese colectivo también hubo muchas muertes por Covid.
-¿Se habla más que antes de temas como el suicidio?
-Siempre hubo esa idea de que, si se hablaba de suicidio públicamente, se generaría un efecto llamada que haría que personas que tuvieran la idea se animaran a ello. Lo que pasa es que silenciarlo ha llevado a que las personas que tienen una ideación suicida se sientan raras y piensen que no tienen salida. Uno de los sentimientos que más conducen al suicidio es, precisamente, el de la desesperanza, la sensación de que lo que a uno le sucede no tiene remedio.
-Entiendo que lo grave no es tanto el problema, aunque también pueda serlo, como la sensación de pensar que ese problema no tiene solución.
-Obviamente, no se puede generalizar, porque no todos los casos son iguales. Por ejemplo, hay determinadas enfermedades y problemas de salud mental que desembocan muchas veces en el suicidio sin ajustarse a esto de lo que estamos hablando. Una persona con la idea del suicidio tiene un proceso hasta llegar ahí. No es que un día se levante, vea el la televisión que alguien se ha suicidado y tome la decisión de suicidarse también. Durante ese proceso previo es donde más se puede hacer para proporcionar ayuda. Es importante que las personas puedan identificar señales claves, sepan cuándo necesitan pedir ayuda, cuándo ya no son capaces de gestionar un problema que se desborda…
«Silenciar el suicidio ha llevado a que las personas con ideaciones suicidas sientan que no tienen salida. Uno de los sentimientos que más conducen al suicidio es la desesperanza»
-¿Esta sociedad en la que vivimos, que a veces nos exige ser tan perfectos, favorece la aparición de problemas de salud mental?
-La perfección es algo absolutamente inalcanzable, es un ideal. La perfección se defiende como un camino para mejorar como persona y crecer, lo que pasa es que no nos enseñan a gestionar las emociones que trae consigo, como pueden ser la frustración, la tristeza y el enfado. Queremos ser perfectos, pero no sabemos qué hacer cuando no lo conseguimos y es que nunca se consigue. El objetivo es el que está equivocado porque, como dije, la perfección no existe.
-Y las redes sociales amplifican todo.
Con las redes sociales, lo que pasa es que han sido algo así como el escaparate de la vida perfecta. Son lo que uno quiere que los demás vean de él, no lo que uno es realmente. Eso, ahora, empieza a cambiar. Se han empezado a poner en redes sociales cuerpos reales, se ha empezado a hablar de la ansiedad y de la tristeza… Se ha empezado a hablar también, en definitiva, de cosas negativas. Ocultar esas cosas durante tanto tiempo ha hecho muchísimo daño. A nivel social, están muy invalidadas las emociones negativas. Cuando alguien está triste, es muy habitual escuchar que la gente le dice que no se preocupe, que eso no tiene importancia, que no llore… Cortamos la emoción lo más pronto posible, porque nosotros mismos no sabemos qué hacer con ella. Si yo no sé qué hacer con mi tristeza, ¿voy a saber qué hacer con la tristeza del otro? Es por eso por lo que se han ocultado tanto las emociones negativas y todo lo relacionado con lo malo en general. Hay emociones desagradables que, sin embargo, son muy útiles y necesarias y nos protegen. Todo eso se empieza a normalizar. Se está dando un cambio que es necesario.
-¿Es la clave que aprendamos a compartir nuestras emociones negativas y a saber escuchar a quien las tiene?
-Muchas veces damos por sabidas cosas que no son nuestras o creemos que tenemos toda la información de lo que le pasa a alguien y esa información es algo que sólo va a tener esa persona. En el momento en el que a nivel social se validen mucho más las emociones y se autorice a hablar tanto de lo bueno como de lo malo de una forma más libre, se favorecerá a que las personas de vayan abriendo más.
«Las redes sociales han sido como el escaparate de la vida perfecta. Son lo que uno quiere que los demás vean de él, no lo que uno es realmente»
-Y todos esos problemas se han agravado con la pandemia.
-Totalmente. A nivel mental, está costando mucho esta situación. Esta Navidad, por ejemplo, había muchas expectativas de que ya iba a ser diferente y ha sido un palo muy grande para muchas personas. Nos dieron tantos mensajes de que con la vacuna se solucionaría todo que, ahora, al ver que esto sigue y sigue, mucha gente se está viniendo abajo. Nadie tiene estrategias de gestión para una pandemia que dura dos años, porque es algo que nunca habíamos vivido antes. No estamos entrenados para esto y si, además, estamos en una sociedad donde la parte emocional no se atiende adecuadamente, tendremos aún menos estrategias. Los psicólogos estamos notando un aumento de trabajo y el estado de ánimo de la gente está muy bajo.
-¿Cómo debemos actuar para ayudar a una persona con problemas emocionales?
-Lo primero, como dije, es no invalidar lo que le pasa. Eso es absolutamente clave para que la persona que tiene el problema de salud mental se sienta en un espacio de confianza y, desde ahí, pueda comunicar lo que le pasa. La propia comunicación es también algo que, si la persona quiere, puede ayudar mucho. También hay que respetar que la persona no quiera hablar, pero siempre dando el espacio para que, si quiere, lo haga. Por otra parte, hay que evitar las lecciones de vida. Debemos pensar que la persona que tenemos delante es alguien que está pasando un mal momento, pero que es adulta y capaz. Se puede dar un punto de vista, pero no se le puede decir lo que tiene que hacer porque, de nuevo, estaríamos invalidando la propia capacidad de la persona.
«Nadie tiene estrategias de gestión para una pandemia que dura dos años. Los psicólogos estamos notando un aumento del trabajo y el estado de ánimo de la gente es muy bajo»
-¿Hay algún libro que recomiendes para aprender a gestionar las emociones?
-Los libros de autoayuda, como todo en esta vida, tienen mucha información y muy diversa. Tener el ojo para decidir qué parte de información se coge y cuál no es lo que es más complicado. Hay libros buenos y hay libros malos. Yo ni los demonizo ni los adoro, pero suelo ser cauta a la hora de recomendarlos a quienes tienen problemas de salud mental. Un libro que me encanta se titula Lo bueno de tener un mal día, de Anabel González. La autora es psiquiatra y psicoterapeuta y habla en el libro sobre estrategias adecuadas e inadecuadas que utilizamos para la gestión emocional. Es un libro que recomiendo mucho a mis pacientes. Creo que le he subido las ventas a esta mujer. Muchas personas de mi entorno han leído ese libro.
Información muy valiosa que enriquece el trabajo de los profesionales en salud mental, en pro de salvaguardar la vida de las personas.
Muy buena