Morey Pérez, vicepresidente de la Asociación Española de Directores de Hotel (AEDH) y presidente de dicha asociación en La Rioja, mira con nostalgia a un pasado en el que el director era un anfitrión que estaba pendiente de todo lo que ocurría en el hotel y que no estaba sometido a unas nuevas tecnologías que, si bien facilitan muchos procesos de gestión, nunca podrán sustituir la humanidad de una sonrisa o de una conversación cara a cara. Con una trayectoria vital muy marcada por sus etapas en Cuba, donde trabajó para establecimientos tan importantes como el Hotel Presidente de La Habana, lamenta los problemas de suministros que sufre la isla y que también lastran al turismo. La caída de los sueldos y el escaso tiempo de permanencia de los trabajadores en la misma empresa o establecimiento son para este profesional dos de las posibles causas de la dificultad para encontrar empleados cualificados que padece el sector.
-¿Cuál ha sido su trayectoria profesional hasta el día de hoy?
-Desde que empecé los estudios de Turismo tenía clarísimo que lo que quería era trabajar en hoteles. Las primeras prácticas que hice, en el primer curso, ya fueron en un hotel de cinco estrellas y gran lujo en Bilbao. Desde entonces, toda mi vida ha estado unida, de una u otra forma, al sector hotelero. He trabajado de director, de formador, de proveedor…
-¿En qué hoteles ha trabajado?
-He tenido dos líneas: la de los clásicos hoteles de ciudad y la de los hoteles vacacionales. El primero en el que trabajé fue el Hotel Ciudad de Logroño. Después estuve en el Villa de Avilés, de cuya apertura me encargué; en el Jardines de Albia de Bilbao, que por aquel entonces pertenecía a la cadena Husa; y en el Hotel Tres Reyes de Pamplona, que es todo un clásico. Tras esas experiencias profesionales, me surgió la oportunidad de asumir el cargo de director de operaciones de una cadena de gama económica, con servicios reducidos y precios muy agresivos y en ese puesto estuve diez años. La cadena se llama Domus Hoteles y yo me encargué de la apertura de nuevos hoteles y de la gestión de establecimientos por todo el norte de España. Cuando llegó la crisis de 2008, decidí dar el salto hacia los hoteles vacacionales de playa de todo incluido y, en parte también por mis circunstancias personales, me fui a Cuba. En total, pasé cuatro años en Cuba, aunque no fueron seguidos. Ahora mismo estoy recién llegado de una de mis etapas allí. Fueron cuatro años y cuatro hoteles distintos, uno por año más o menos. Estuve dos años en Cayo Santamaría, uno en Cayo Guillermo y, este último año, en el icónico Hotel Presidente de La Habana, que está en un edificio de estilo colonial y tiene mucha historia.
-¿Y ahora en qué proyectos se encuentra inmerso?
-Pues estoy en plena búsqueda de un proyecto atractivo al que sumarme y con algunas propuestas interesantes y bonitas que espero que puedan materializarse. Creo que hay proyectos para los que puedo ser interesante, sobre todo, porque soy muy versátil y lo mismo puedo dirigir un hotel de playa que un hotel boutique que lleve muchos años en funcionamiento. La verdad es que dentro del sector hotelero he hecho casi de todo.
-¿Cómo ha sido su experiencia en Cuba?
-Cuba me ha marcado mucho, tanto en lo personal como en lo profesional. Fíjate si me ha marcado que hasta tengo una mujer cubana. Lo primero que tengo que decir sobre Cuba, desde el punto de vista turístico, es que hay que entender el destino dentro de la situación política que hay. Si uno no lo entiende así, nunca llegará a sacarle todo el sabor que tiene. A nivel de potencial turístico, Cuba es una pasada, porque es un destino que no está todavía tan machacado como pueden estarlo, por ejemplo, México o República Dominicana. En cuanto a la planta hotelera, hay dos grandes grupos de alojamientos: el de los establecimientos clásicos, como pueden ser el Habana Libre, el Presidente o el Nacional de Cuba, y los nuevos, que son casi todos de cinco estrellas y con un mantenimiento que en ocasiones resulta complicado. Los años previos a la pandemia fueron años en los que Cuba se salía y los alojamientos estaban casi siempre llenos, pero llegó la Covid y, al contrario de lo que pasó en otros destinos, aún no se ha recuperado. Cuba salió muy mal de la pandemia. Aún está inmersa en el proceso para recuperar la conectividad aérea, hay una inflación galopante y sufre una falta de suministros que a nosotros nos parecería increíble. Hay cosas que parece que todo el mundo tiene pero que allí, a veces, escasean. Un ejemplo es lo que ocurre con el combustible, con meses en los que había que ir a unas gasolineras determinadas porque sólo en esas podías echar gasolina para tu coche. Te decían a qué gasolinera tenías que ir según tu matrícula y, una vez llegabas, había que esperar a veces una cola de dos horas o, lo que es peor, te quedabas sin gasolina porque se agotaba.
«Cuba salió muy mal de la pandemia. Hay cosas que parece que todo el mundo tiene pero que allí, a veces, escasean»
-Pero en cuestiones como la seguridad, Cuba sigue siendo muy competitiva si se la compara con destinos como México.
-Sí. El tema de la seguridad, en parte por la situación política que hay, está muy cuidado en Cuba. Hay muchos menos delitos violentos y relacionados con cuestiones como las drogas que en México. Dicho esto, la escasez de dinero y la pérdida de valores están haciendo que la juventud cubana tire hacia vicios relacionados con el consumismo. Muchos quieren comprar teléfonos móviles modernos y ropa de marca y, como no todos pueden permitírselo, algunos optan por el robo. Con todo, Cuba sigue siendo un país muy seguro y el turista puede estar tranquilo. Me parece más problemático para la integridad de los turistas el mal estado de las carreteras, que no tienen un mantenimiento adecuado y que son peligrosas en cuanto se sobrepasan los 80 kilómetros por hora. El hecho de no tener garantizado que en la próxima gasolinera haya gasolina, tampoco ayuda. Son cuestiones que a los europeos nos sorprenden mucho y que nos generan una cierta sensación de inseguridad.
-¿No están los hoteles un tanto al margen de la situación de carestía que vive la isla?
-Antiguamente era así, pero ahora los problemas nos afectan a todos. Lo que ocurre es que hay carestía de todo, incluso de las cosas más básicas. Antes hablaba de la falta de combustible y, sin combustible, los buses públicos de La Habana o de los cayos no pueden llevar a los trabajadores a los hoteles. En mi hotel había épocas que sólo recogían la basura una vez a la semana porque los camiones no tenían diésel. Hasta con el agua había problemas porque, aunque en Cuba no ha faltado la lluvia, el sistema de suministro en La Habana funciona con diésel y, cuando faltaba el combustible, había restricciones horarias y los hoteles teníamos que ingeniárnoslas como pudiéramos. Todas esas cosas les pasaban tanto a los vecinos como a los hoteles.
-Y aún así, los hoteles siguen funcionando con relativa normalidad.
-Nosotros intentamos que sea así y que el cliente no perciba esos problemas. Los clientes lo notan, sobre todo, cuando piden algún producto muy concreto o de una determinada marca. Para que te hagas una idea de la situación, mi hotel llegó a quedarse sin cerveza de unas determinadas marcas locales porque no había aluminio para hacer las latas. Eso sí, cerveza siempre había, de una marca o de otra y de una u otra forma, pero siempre había. También he tenido épocas de no tener más refrescos que el de naranja. Lo que no faltó nunca fue el ron.
-¿Cómo ha cambiado la profesión del director de hotel desde sus inicios en el sector?
-Cuando yo empecé de director había que tener el carné de Técnico de Empresas y Actividades Turísticas para poder ejercer. En aquellos tiempos, el director era todo un señor, un caballero, alguien muy respetado. La desaparición de ese requisito ha provocado que empezara a dirigir hoteles mucha gente joven sin la profesionalidad y los estudios que se nos exigían a nosotros. Entre otras cuestiones, eso ha provocado una bajada de los salarios espectacular. Ahora, proporcionalmente, son mucho más bajos. El director, antiguamente, era mucho más parecido a un anfitrión que ahora. Tenía que estar en el hotel muchas horas y tenía que estar elegante y con buena presencia. Ahora, en cambio, hay muchos directores que llevan dos o tres hoteles al mismo tiempo y que no pueden estar en la puerta recibiendo al cliente y saludando porque tienen que hacer revenue management desde su despacho o con el ordenador desde su casa. Antes, el director era la persona con la que todo el mundo quería hablar y recibía él mismo las llamadas. Además, cada vez cambian con más frecuencia y un año está uno y, al siguiente, ya está otro.
«Antes había recepciones de hotel con cuatro o cinco personas en el mismo turno y eso es algo que, hoy en día, es difícil de ver»
-Noto que a usted le gustaba más el modelo de antes.
-Pues yo aún recuerdo al primer director que tuve cuando empecé a trabajar como ayudante de recepción: Don Antonio Fernández Casado, que ya falleció. ¡Qué pedazo de director era! Yo lo admiraba mucho y todo el mundo le tenía muchísimo respeto. Ahora hay directores que son chavales y que no tienen nada que ver con lo que él y otros como él representaban. Nos hemos adaptado y hay que asumir que hay que hacer cosas distintas y que otras ya no se hacen. Yo noto, por ejemplo, que ahora hay directores de hotel que tienen cero habilidades comerciales. Eso sí, con el Excel hacen verdaderas virguerías.
-¿Cree que un uso excesivo de la tecnología puede poner en peligro el trato personal en los hoteles?
-Totalmente. Ahora podemos tener un hotel de 50 habitaciones con ocho o nueve personas y todo tecnología. El cliente puede hacer ya prácticamente todos los trámites a través de la tecnología, pero valora mucho que, cuando tiene algún problema, aparezca una persona que lo ayude y lo trate de forma personal. Antes había muchas recepciones de hotel con cuatro o cinco personas en el mismo turno y eso es algo que, hoy en día, es difícil de ver. Yo creo que a la mayoría de los clientes les sigue gustando que cuando entran por la puerta los saluden por el nombre, que conozcan sus gustos si ya estuvieron en el hotel en anteriores ocasiones… Esas son cosas que la tecnología puede facilitar pero no hacer.
-¿A qué cree que se deben las dificultades del sector turístico y de la hostelería para encontrar personal cualificado?
-Es un problema real y que todos hemos detectado. Se nota mucho en los recepcionistas, que antes eran perros viejos que tenían muchas horas de vuelo y que según entraba el cliente por la puerta ya lo calaban. Ahora ya no existe esa gente con una experiencia tan sobrada y lo que sí tenemos son jóvenes muy ilusionados que tienen muchas ganas de agradar pero poco rodaje. Lo que tiene que haber es una mezcla, tiene que haber esos perros viejos de los que hablaba y tiene que haber alguien que sonría. En mi opinión, uno de los problemas es que vivimos en una época en la que se cambia muchísimo de personal, yo diría que demasiado. Antes, el 70% de la plantilla de un hotel había empezado a trabajar allí y, desde los puestos más bajos, había ido subiendo poco a poco. Ahora vas a un hotel un verano y vuelves al siguiente y no hay nadie de los que estaban el año anterior. Puede ser que los hoteles no sepamos valorar lo que supone que un trabajador lleve varios años en la empresa. En algunos destinos se lleva mucho el personal de temporada y se hacen plantillas Frankenstein a toda prisa y juntando lo que se puede para, cuando acaba la temporada, despedir a todos y, a la siguiente, buscar otros nuevos. Se ha perdido la cultura de empresa que hacía que cada cadena tuviera una filosofía y una forma de trabajar particular. Antes, por ejemplo, si un empleado trabajaba en NH sabía que en todos los hoteles de esa cadena se trabajaba de una manera y que, si cambiaba a otra empresa, tenía que adaptarse a una nueva cultura. Ahora ya da igual.
«Uno de los problemas es que se cambia muchísimo de personal. Vas a un hotel en verano y vuelves al siguiente y no hay nadie de los que estaban el año anterior»
-¿No ha sabido el sector mostrarse como una opción atractiva para los trabajadores?
-Cuestiones como la de los salarios han cambiado mucho. Un barman profesional tenía hace años un sueldo que parecía el de un ministro y ahora eso ya no se da o, al menos, no es tan frecuente como antes. Yo lo he vivido en mi propia casa porque mi mujer, que era camarera de bufé, ha dejado el sector y se ha ido a otro en el que, aunque sólo cobra un poco más, libra los sábados por la tarde, los domingos y los festivos. A mí, como profesional del sector, me dio un poco de pena que mi mujer hiciera eso, pero es lo que hay. Creo que el trabajo en los hoteles y hostelería tiene unas particularidades que hay que asumir, pero también creo que esas particularidades deberían tener un reflejo en los salarios. Tenemos que dignificar al trabajador. Yo me quedo sorprendido de lo fácil que es atacar a un camarero o a un recepcionista en los portales de opinión.
-Usted es el presidente de la AEDH en La Rioja, pero es de Bilbao.
-Yo soy de Bilbao, pero dicen que nadie es profeta en su tierra y a mí el primer hotel que me dejaron dirigir fue el Ciudad de Logroño. Estuve once años en esa ciudad, con lo que hice muchos amigos y conocidos. Hasta que me marché a Cuba, mi vida estaba en Logroño.
-¿Está cada vez más de moda el norte de España como destino turístico?
-Hay grandes atractivos, como la gastronomía, la tranquilidad y un clima suave y, todo ello, con unos precios acordes. Pasar los meses de julio y agosto en un destino de sol y playa en España, a no ser que te guste mucho y necesites estar como los lagartos, puede llegar a ser agobiante. Hay ciudades que se ponen en alerta por calor varias veces todos los veranos. Eso propicia que mucha gente viaje al norte. Los destinos del norte, además, están menos masificados. Los precios, aunque pueden subir un poco en verano, no llegan a ser disparatados. En cuanto a la gastronomía, que es uno de los principales atractivos, creo que en el norte de España no hay prácticamente ningún sitio donde se coma mal.
-Y ahora La Rioja tiene un filón con el enoturismo.
-El modelo del enoturismo es una bomba y atrae gente que viene con buenos coches, con ganas de gastar, de comprar vino y de comer bien pero, paradójicamente, La Rioja es la tercera comunidad autónoma con peores datos de ocupación. Creo que hay un problema en las comunicaciones, porque no tenemos un aeropuerto importante, no estamos en ninguna de las redes del AVE y la mayoría de las carreteras que acceden a la región son de pago. Otra cuestión a tener en cuenta es la cercanía de ciudades importantes, porque hay mucha gente que, por ejemplo, pernocta en Bilbao y a La Rioja viene sólo a hacer una visita.
«Tenemos que dignificar al trabajador. Yo me quedo sorprendido de lo fácil que es atacar a un camarero o a un recepcionista en los portales de opinión»
-Al menos en La Rioja habrá pocos problemas con los pisos turísticos irregulares.
-Existe el problema, aunque ni mucho menos como en destinos como la ciudad de Barcelona, donde la planta de alojamientos legales es casi igual a la de los pisos turísticos irregulares.
-¿Cómo llegó usted a la AEDH?
-Cuando estaba en el primer curso de la carrera, escuché hablar de que había una asociación de directores de hotel y me pareció algo muy interesante. Al principio, pensé que como aún era estudiante no podía entrar, pero descubrí que había una sección juvenil de la que formaban parte chavales que se estaban formando y que todavía no eran directores. Me ofrecieron la posibilidad de entrar y, por supuesto, la aproveché. Alucinaba cuando iba a una cena o a otro acto y veía a los grandes directores de aquellos tiempos y hablaba con ellos. Se entraba por invitación. Formamos un grupo muy fuerte y activo e incluso recibimos un premio a la mejor asociación juvenil. Fue una época muy dulce después de la que llegó el momento de ser director y de ser miembro de la AEDH de forma plena.
-¿Qué ventajas tiene para los profesionales pertenecer a la AEDH?
-Podría mencionar cientos de ventajas, pero una de las más importantes es la de tener contactos. Con una simple llamada de teléfono, una persona que dirija un hotel parecido al tuyo y que tenga los mismos problemas que tú puede ayudarte. La AEDH está muy pendiente de la situación del sector y de los profesionales que trabajan en él y, de hecho, fue la primera asociación que denunció la posición de dominio que tenía Booking en España.
Estimado amigo y compañero Morey,
Decir que me ha gustado mucho tu entrevista, es poco, verdaderamente me ha encantado y me ha trasladado a esos tiempos que mencionas , especialmente en cuanto a lo que se refiere a lo que era ser director antes y como es ahora. Ha cambiado todo tanto……
Recuerdo con mucho cariño y afecto mi paso por La Rioja, yo dirigía el hotel Meliá Los Barcos, situado en la calle Bretón de los Herreros, fueron solo dos años los que Meliá me mantuvo allí, tuve cuatro traslados después de salir de Logroño. Recuerdo que durante mi estancia en Los Barcos se inauguró el Hotel Ciudad de Logroño, allí te conocí y fue un honor para mí tenerte como colega y amigo. Te deseo toda la suerte del mundo y que esos proyectos se consoliden y ostentes la dirección de un magnífico hotel como un profesional como tú merece?
Mucha suerte querido amigo!!
Rafael Piñar V.