Siete Oscar se ha llevado la película Todo a la vez en todas partes y, como suele ocurrir en estos casos, no a todas las personas les ha parecido acertado. Para ser honesto, debo decir que la primera vez que vi la película quedé muy desconcertado durante casi una hora, aunque comprendí la moraleja y el mensaje al final de su visionado. Cuando la abordé por segunda vez, ya disponía de elementos para no perderme y, sobre todo, para organizar las piezas de este psicodélico puzle.
Voy a dejar claro claro que todo lo que voy a comentar a partir de este momento es mi opinión sobre la gran ganadora de los Oscar: Todo a la vez en todas partes. Para empezar, mi favorita era Tár o, como mucho, los últimos cinco minutos de Los Fabelman.
Primero, hay que tener presente que lo que creemos que nos cuenta no es la clave de la película, sino el pretexto para llegar a donde de verdad quiere llegar, es decir, no estamos viendo The Matrix ni La guerra de las Galaxias, pues no es la eterna lucha entre buenos y malos y, mucho menos, una película distópica, aunque trate de multiversos.
Todas aquellas personas acostumbradas a las aventuras gráficas de los videojuegos saben que cualquier decisión, cualquier elección o cualquier cambio afecta al desarrollo del personaje en el juego e incluso puede radicalmente significar su avance o su destrucción. Como decía Serrat al poner música al celebre poema Caminante no hay camino, se hace camino al andar, cada paso nos acerca o nos aleja de nuestro destino.
Todo es mucho mas simple, a pesar del colorido artificio y de las surrealistas formas de acceder a los diferentes universos. Esta es la historia de una familia con una madre temerosa e irascible que mantiene una tensa relación con su hija; un padre comprensivo, perseverante, amable y con un alto sentido del humor que se siente desconectado de su mujer; una hija que traslada a su relación de pareja las tiranteces con su madre y que ha tirado la toalla, ahogada por la incomprensión de ésta; y, finalmente, un patriarca chino, abuelo y padre, anclado en las viejas y ancestrales tradiciones y que maneja con mano de hierro a su familia.
El humor y la amabilidad nos demuestran que siempre hay esperanza de cambio si tenemos la voluntad de cambiar
El desencadenante de todo es una cita en Hacienda con una funcionaria malhumorada y estricta cuyos niveles de empatía son cercanos a los del los asesinos Michael Myers (La noche de Halloween) o Ghostface (Scream).
Este es el ecosistema que nos interesa conocer, lo demás es simplemente humo. El enemigo a vencer en la historieta que nos cuentan es alguien que ha acumulado todo el saber y el conocimiento de todos los multiversos y que, con ese poder, se ha convertido en supervillana. Un gran poder requiere una gran responsabilidad y los grandes supervillanos son personas que usan su poder por razones equivocadas y apoyándose en su victimismo.
La película emparenta también con La vida en un hilo, de Edgard Neville, que plantea el siguiente dilema: ¿qué sería de mi vida si hubiese seguido otro camino y no el que seguí? Es fácil echar la culpa de nuestra decisiones a los demás y cargar sobre ellas el peso o responsabilidad de nuestros actos.
Estamos ante una película que rezuma calvinismo, pues si todo está escrito, si todo está decidido, si vaya al multiverso que vaya, al final, nada va a cambiar, ¿qué sentido tiene todo?, ¿para qué continuar y vivir en una rueda de hámster sin fin?
Aunque alguien pueda pensar que lo mío ya es de hacérselo ver por un profesional de la psicología o psiquiatría, pienso que Todo a la vez en todas partes también guarda relación con lo que ocurría en El nombre de la rosa: la comedia no nos acercaba a Dios, sino que era un instrumento del diablo, y esto en un oscurantista mundo de fanatismo, dolor y miedo.
Personajes como Forrest Gump o el perro disfrazado de gato en la nueva película del Gato con Botas se enfrentan al loco mundo que les toca vivir desde la amabilidad, la paciencia, la empatía y el cariño hacia sus semejantes y bajo la incomprensión de los que les rodean, habituados a sufrir y padecer.
A lo largo de la trama de Todo a la vez en todas partes, la madre estricta e irascible, arrepentida de su vida, descubre una de las fuerzas más poderosas del universo: el humor y, sobre todo, su uso en eso que se ha dado por llamar romper el paradigma, algo así como hacer aquello que los demás no esperan de ti que hagas, desarmándolos y desconcertándolos. El humor la lleva hacia la comprensión y, desde ahí, da el salto a la empatía con aquellos que la rodean, aceptando lo que hasta entonces le parecía imposible y resolviendo sus problemas con su hija.
Resumiendo: las relaciones son complicadas y entender el mundo de los demás desde el nuestro nunca es el mejor camino. Si el hastío nos inunda y pensamos que hagamos lo que hagamos nada va a cambiar, el humor y la amabilidad nos demuestran nuestro error y que siempre hay esperanza de cambio si tenemos la voluntad de cambiar.
Muy buenas reflexiones. Muy optimistas reflexiones.
Veré la película entonces, parece muy resolutiva.