El dictador español Francisco Franco se ha colado en una lista de los personajes más influyentes de la historia del deporte del balompié, en concreto en la que recoge el libro titulado Las 100 personas que cambiaron el fútbol y de la que forman también parte nombres tan importantes como los de Maradona, Johan Cruyff, Franz Beckenbauer, Eusebio, George Best, Pelé, Messi, Cristiano Ronaldo, Helenio Herrera o Santiago Bernabéu.
Junto a futbolistas y entrenadores, emergen figuras de la política, de la cultura o de la vida social que, por unos u otros motivos, han sido determinantes en la historia del fútbol a juicio de los autores de la obra: Guille González, Diego Campoy y Juan Arroita. Pero, ¿qué hizo Francisco Franco para influir de forma decisiva en el devenir del que es quizás el deporte más famoso del planeta?
Como resumen y epígrafe del texto que dedican al dictador, los autores informan de que Franco «utilizó el fútbol como propaganda de su régimen». Consciente de la capacidad del deporte para movilizar a las masas, el mandatario que rigió los destinos de España con mano de hierro durante casi cuatro décadas intentó utilizar el fútbol como ariete contra aquello que más odiaba, fundamentalmente el comunismo, y como espejo para reflejar los valores de amor a la patria, de valentía y de esfuerzo que siempre trataba de asociar a su régimen.
Algunos de los episodios más memorables de Franco con el fútbol están vinculados a la selección española y a los quebraderos de cabeza que le generaban los enfrentamientos del mencionado combinado nacional ante la Unión Soviética y es que la sola idea de perder contra «los rojos» le quitaba el sueño una noche sí y otra también.
Tanto era el miedo del dictador español a sufrir una derrota ante los que consideraba sus máximos enemigos a nivel internacional que su régimen decidió que la selección española no se presentara a su partido de cuartos de final de la primera edición de la Eurocopa debido a que los rivales eran los soviéticos. Y eso que en aquella primera edición del torneo, que se prolongó durante casi un año entero por motivos logísticos, España había cosechado resultados brillantes, como el 7-2 global en la eliminatoria de octavos de final ante Polonia.
Tal y como recuerdan los autores del libro, el diario Pravda, portavoz en papel del régimen comunista soviético, presumió tras la retirada de España. «El régimen fascista español tiene miedo del equipo del proletariado soviético», recogió entonces el mencionado periódico.
La historia fue bien distinta en la segunda edición de la Eurocopa, tanto es así que España sí jugó contra la Unión Soviética y lo hizo en una final disputada en el estadio Santiago Bernabéu que acabó ganando por 2-1 con goles de Pereda y Marcelino. A diferencia de la edición anterior del torneo, se estableció que a las semifinales y la final (hasta ese punto los partidos eran a ida y vuelta) fueran a partido único y en un solo país. Ni que decir que tiene que el régimen de Franco trabajó muy duro para que ese país fuera España.
La final que dio a la selección española su primer título se disputó el 21 de junio de 1964 en el Santiago Bernabéu y son muchos los que afirman que ese fue uno de los días en los que Franco estuvo más inquieto, pues una victoria ante los soviéticos supondría un espaldarazo para su régimen, pero una derrota haría ver que los comunistas no eran tan malos e inútiles como al pueblo español le habían hecho pensar.
Finalmente, España venció y, por tanto, nunca se sabrá qué hubiera pasado en el caso contrario y si rumores como el de que Franco tenía un plan B para el que contemplaba incluso envenenar a los rivales eran verdaderos. En esta ocasión fue el diario Arriba el que celebró el triunfo y, por supuesto, atribuyó al mandatario español gran parte del mérito: «El verdadero artífice de la victoria y de la paz, Franco, aclamado por 120.000 personas», publicó.
Salvador del Barça y simpatizante del Atlético Aviación
Muchos creen que Francisco Franco era seguidor del Real Madrid por el simple hecho de que el dictador trataba de aprovechar los éxitos del Real Madrid para hacer propaganda de su régimen, pero lo cierto es que el Caudillo simpatizaba más con el Atlético de Madrid, entonces llamado Atlético Aviación, y ayudó a salvar al FC Barcelona, club que, aunque pretendió rodearse de una vitola de progresía y nacionalismo catalán, besaba por donde pisaba Franco como, por otra parte, hacían todos y cada uno de los clubes españoles.
Poco hablarán los hinchas del Barça acerca de su relación con el franquismo y sí intentarán asociar la dictadura al Real Madrid, pero hay una verdad irrefutable que no es otra que la de las tres veces que el Gobierno franquista propició la recalificación de los terrenos del club catalán, con pingües beneficios económicos para los azulgranas.
Franco ayudó al Barça por motivos estratégicos, ya que nada hay más conveniente que tener entretenida a la población de uno de los territorios del país que le generaban más quebraderos de cabeza con un deporte que parecía gustar a todo el mundo y encender a las masas como ningún otro.
Entre las medidas adoptadas por el régimen de Franco que recuerda el libro Las 100 personas que cambiaron el fútbol estuvo también la de castellanizar los nombres de los clubes, de forma que, por ejemplo, el Athletic Club de Bilbao pasó a ser el Atlético de Bilbao y el Sporting de Gijón se convirtió en el Real Gijón.
Como anécdota, los autores del libro se hacen eco de la afición de Franco por la Quiniela, a la que solía jugar en compañía de su médico, Vicente Gil. Pero lo más sorprendente no es esa afición del Caudillo por el juego quinielístico sino el hecho de que, en una ocasión, fue él uno de los ganadores y lo fue con un boleto cuyo premio se repartió entre los acertantes de 12 por haberse suspendido dos partidos de la liga italiana (Juventus-Lazio y Roma-Fiorentina) que formaban parte del boleto. El dictador fue uno de los agraciados y cobró un millón de las antiguas pesetas.
Por supuesto, Francisco Franco no fue, ni mucho menos, el único mandatario que quiso aprovechar el fútbol para sus intereses. En el libro Las 100 personas que cambiaron el fútbol figuran también, entre otros, los nombres del dictador italiano Benito Mussolini, capaz de unificar a su nación con la organización del Mundial de 1934, y la primera ministra de Reino Unido Margaret Thatcher, que luchó contra el hooliganismo en los años más violentos del fenómeno ultra en su país.